Iba un viajero por un camino cuando vio a un hombre subido a un
puente mirando el fondo del agua.
El viajero echó a correr hacia el hombre y
sujetándolo de la chaqueta lo hizo bajar, el hombre se sentó entonces en el
puente de piedra y el viajero preguntó: Hombre de Dios, que le pasó por la
cabeza… Y el hombre contestó :”fue la soledad”.
El viajero que conocía al
hombre, sabía que estaba casado, tenía 3 hermosas hijas, era conocido por el
lugar y estaba considerado como un buen trabajador.
En viajero le dijo: “¿la
soledad?”, soledad la mía que no tengo a nadie en este mundo. Entonces el
hombre comenzó a contar: “Esta mañana me ocurrió algo hermoso, fui a contarlo a
mis hijas pero no tenían tiempo, fui a contarlo a mi esposa, me puso un café en
la mano y se fue a hacer la compra. Salí a la calle, encontré un amigo que me
contó lo triste de su vida, cuando fui a hablarle me dijo que tenía prisa.
Después encontré otro que me contó lo bien que le iba la vida, cuando fui a
hablarle me dijo que tenía prisa. Luego saludé a un compañero de trabajo que
aunque nunca te cuenta nada de su vida, tampoco le importa nada de la mía.
Y
así de hombre a hombre, de amigo en amigo llegué a este puente, y me subí a él,
en un acto de desesperanza. El viajero dijo al hombre: “Yo no tengo prisa,
nadie me espera, y me interesa tu historia, ¿qué te pasó esta mañana tan
hermoso que te haya hecho pensar en esta lamentable decisión?
Y el hombre
sacando un móvil y buscando en él una fotografía le dijo: “Mira después de
muchos meses de frío por fin se abrió la primera rosa de mi rosal.”
La soledad no siempre es estar solo.